El sabio rey Salomón escribió lo siguiente por inspiración divina:
"Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo bien; porque en el sepulcro, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría"
"Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo bien; porque en el sepulcro, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría"
(Eclesiastés 9:10).
Cualquier cosa que hagamos, la podemos hacer bien o mal. La podemos hacer de todo corazón o a regañadientes. La manera como hagamos las cosas depende de nosotros. Es nuestra decisión.
Claro está que para hacer bien las cosas debemos aprender cómo hacerlas. De allí la importancia de obtener una buena formación educativa. Necesitamos aprender a hacer incluso las cosas más sencillas, como tender una cama, preparar una cena, lavar y secar la loza, lavar la ropa o cuidar una mascota. Cuando los padres les muestran a sus hijos cómo hacer estas cosas, demuestran con su ejemplo no solamente el modo de cumplirlas sino la actitud que permite hacerlas de modo atento, eficiente y eficaz; y con buen ánimo.
Es importante que los padres enseñen no solamente el valor del trabajo bien hecho sino la importancia de hacer un trabajo de calidad. Esto significa que deben estar dispuestos a corregir al hijo cuando hace algo mal o lo deja sin hacer. Esto requiere mucha paciencia, pues implica dar ánimo y apoyo y también demostrar reconocimiento por los esfuerzos del hijo cuando este va aprendiendo.
Hay muchas maneras de aprender. Uno de los factores principales para abrir las posibilidades en la vida de un joven es la calidad y cantidad de la educación que recibe. Nuestra educación espiritual nos inculca los principios fundamentales de "cómo vivir", pero también tenemos que aprender a "ganarnos la vida". Reflexionemos: Los mejores artesanos, ingenieros, médicos, guardianes y maestros recibieron instrucción extensa para llegar a tener éxito en sus respectivos campos. Cualquiera que sea nuestra aspiración profesional en la vida, lo primero es instruirnos.
Ahora bien, el solo hecho de tener un diploma o certificado en la pared no garantiza que lo sepamos todo. La educación continuada también es importante, a medida que se descubren o inventan nuevos instrumentos y técnicas que contribuyen a mejorar la calidad y la eficiencia en los diferentes oficios. En el mundo de hoy, en que todo cambia tan rápidamente, el que desee desempeñarse al más alto nivel en su oficio o profesión necesita mantenerse al día en esa especialidad.
Por otra parte, el verdadero éxito requiere algo más que una buena preparación educativa. El simple hecho de saber hacer algo no basta; también necesitamos demostrar una ética firme en el trabajo. El esfuerzo que se aplica para lograr algo se llama trabajo. Y en materia de trabajo, la abeja y la hormiga tienen algo que enseñarnos. La abeja debe visitar unas 125 flores de trébol para hacer un gramo de miel. Esto significa que para recolectar un kilogramo de miel se requieren 125.000 viajes. ¿Y la hormiga? En el libro de Proverbios leemos: "Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento" (Proverbios 6:6-8). Hay en el mundo más de 12.000 especies de hormigas. Muchas de ellas pueden llevar cargas hasta 20 veces más que su propio peso corporal. Si un niño de unos ocho años tuviera la fuerza relativa de una hormiga, ¡sería capaz de levantar un automóvil pequeño! No hay duda de que la abeja y la hormiga saben trabajar y que trabajan duro. Y el que no conozca la satisfacción de un trabajo duro bien hecho se ha perdido algo muy importante.
Otro aspecto esencial de hacer las cosas con todas nuestras fuerzas es aprender a hacer un trabajo de calidad. En mi oficina tengo fijado en la pared un cuadro con una cita inspirada por las palabras del crítico de arte John Ruskin, del siglo 19: "La calidad jamás es un accidente; siempre es el resultado de un esfuerzo inteligente". El industrial John D. Rockefeller, hijo, lo dijo de esta manera: "El secreto del éxito es hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien". Cualquiera que sea el cometido que tenemos por delante, debemos tener la costumbre de cumplirlo bien. Nancy Hanks dijo: "Mis padres siempre me decían que nadie sabrá cuánto tiempo tardaste en hacer algo, pero siempre sabrá lo bien o mal que lo hiciste". À veces es limitado el tiempo o dinero que podemos dedicar a determinado proyecto, pero esto no debe impedir que hagamos lo mejor que podemos con los recursos que sí tenemos. Ya sea barrer el piso o construir un rascacielos, apilar madera o esculpir una obra maestra, ¡aprendamos a hacerlo con todas nuestras fuerzas!
El apóstol Pablo les dijo a los hermanos en Colosas: "Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres" (Colosenses 3:23). Entendía que Dios siempre está mirando, aun cuando nadie más mire, y que debemos hacer nuestras obras como si estuviéramos laborando para Dios. El apóstol también les dijo a los hebreos: "Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún" (Hebreos 6:10). ¡Sí, Dios premiará a los que vivan de esta manera!
À Jesucristo le interesa mucho la manera como nosotros tratemos a los que nos rodean. Veamos lo que Él espera de nosotros como seguidores suyos: "Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con Él, entonces se sentará en su trono de gloria… Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis" (Mateo 25:31-40). ¿Estamos sirviendo a los demás de todo corazón? ¡Cristo espera que lo hagamos!
Cuando trabajes o juegues, o cuando des adoración a Dios, ¡hazlo con todo el corazón! Los empleadores buscan personas trabajadoras, honradas y confiables que estén capacitadas para cumplir bien en el cargo que pretenden llenar. Los entrenadores deportivos buscan jugadores que estén dispuestos a dar el todo en las prácticas y en los partidos, y que se dediquen a perfeccionar sus habilidades. ¡También Dios busca estas cualidades en las personas que Él encargará de cumplir determinados cargos de responsabilidad en el futuro Reino de Dios!
En las Escrituras encontramos muchos ejemplos sobre la dedicación al trabajo. El apóstol Pablo, por ejemplo, durante uno de sus viajes misioneros vemos que aparte de predicar el evangelio, en los días de la semana buscaba trabajar en algún oficio (Hechos 18:3). El mismo Jesucristo refiriéndose tanto a Él como a nuestro Padre nos dice: "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo".(Juan 5:17). Y Jesús vino para dejarnos "ejemplo" (1 Pedro 2:21).
En el último capítulo de la Biblia, Jesucristo nos asegura: "He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra" (Apocalipsis 22:12). Todo lo que hagamos en esta vida mortal contribuye a fortalecer o a debilitar nuestro carácter. La vida es corta. Por tanto, trabaja duro. Juega duro. Descansa cuando es hora. Y hagas lo que hagas, ¡aprende a hacerlo con todas tus fuerzas!
Referencia
Sheldon Monson (2012) ¡Hazlo según tus fuerzas! El Mundo de Mañana, disponible en:
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